Cuentos de Dinosaurios. 7 – “ El frasco Mágico”

Helena y Sauri fueron a la casa de sus padres a avisarles de que se iban de aventuras, mientras que los demás estaban paseando por el bosque.

Después de un largo rato, las diplodocus se reunieron con los demás y emprendieron el camino.

 De pronto Teresa vio algo raro…

– Mirad chicos- dijo Teresa señalando un frasco de cristal que estaba escondido en el hueco de un árbol.

(Todos se arrimaron para ver el frasco de cristal)

-Yo lo cogeré- dijo Pablo.

Cuando Pablo abrió el frasco vio que había pintada una figura en un papel.

-Esa figura me suena de algo- dijo Hugo. Y añadió: – ¡Ya sé!, es un Yin Yang. Es lo mismo que pintaba mi abuelo cuando corría peligro.

-Pero… ¡Si el yin yang está pintado entero de negro! El Yin Yang original es la mitad de color blanco que significa paz, y la otra mitad de color negro que significa maldad – aseguró Teresa.

-Entonces debe de ser algo muy peligroso y debemos descubrirlo- sentenció Pablo.

– ¡No hay tiempo que perder, pongámonos en marcha! – exclamó Hugo.

Los amigos siguieron andando en busca de la manada perdida de Hugo. Atravesaron puentes antiguos, selvas misteriosas y muchas montañas cuando, de pronto, Helena vio algo a lo lejos y gritó: -Eso es…. ¡una manada de velociraptores!

Los velociraptores corrían hacía ellos y todos estaban preparados para salir corriendo cuando Sauri reconoció a uno de ellos y tranquilizó a los demás.

-Tranquilos chicos, aquel es mi amigo Enzo, me lo encontré paseando por la selva, es el príncipe de su tierra ¡Él nos ayudará a encontrar a tu manada Hugo!

– ¡Sauriiii! – gritó Enzo.

– ¡Enzoooo! – gritó Sauri.

Y se saludaron los dos amigos.

-Chicos este es mi amigo Enzo- dijo Sauri. Me lo encontré cuando me escapé de casa y también me ayudó mucho. Es muy buen amigo.

-Un placer conoceros- dijo Enzo

-Hola soy Hugo, tengo un problema. Estoy buscando a mi manada y todos ellos me están ayudando a encontrarla- dijo Hugo señalando a los demás – Juntos hacemos un buen equipo, ¿te apuntas a la aventura? – añadió el braquiosaurio.

– ¡Claro que sí, me iré con vosotros y os ayudaré! Pero antes, contadme, ¿tenemos alguna pista de dónde podrían estar? -preguntó Enzo.

-Se dirigían hacía las grandes montañas. Dice la leyenda que detrás hay un gran prado verde, pero me han dicho que no es así, que hay una gran extensión de agua y que la zona que queda de tierra es territorio de velociraptores. ¡Tengo que ir a investigar!, y si es verdad lo que me han dicho mis compañeros… ¡tengo que ir a salvarlos!, ¿Estáis conmigo? – dijo Hugo con voz esperanzadora.

– ¡Siii! – gritaron todos.

-Pues entonces, pongámonos en marcha. Falta muy poco para que se haga de noche- animó Hugo.

Los amigos siguieron caminando hasta que llegaron a un sendero en el que encontraron una señal en forma de rombo que tenía pintado el mismo Yin Yang que el del frasco. Todos se asustaron, especialmente Hugo.

Más adelante había muchas más señales como las anteriores y todos comprendieron que eran para seguirlas. Seguramente, la manada de Hugo tomó el mismo camino.

Caminaron un largo rato por un frondoso y misterioso camino y cuando dejaron de ver las señales llegaron a un claro que permitía observar las grandes montañas.

– ¡Por fin hemos llegado! – exclamó Teresa.

-Tendremos que conseguir los materiales necesarios para escalar ¿no? – dijo Helena.

-Venga chicos vamos a por ellos-añadió Sauri.

-Necesitamos: madera, cuerdas y recolectar comida para coger fuerzas- enumeró Pablo.

Todos fueron a por los materiales y mientras el velociraptor estuvo recolectando frutos silvestres, manzanas y naranjas para poder alimentarse durante la aventura.

Cuando anocheció, los aventureros prendieron una hoguera para mantenerse calentitos. Estaban tan cansados que se durmieron pronto y a la mañana siguiente ya habían repuesto las fuerzas necesarias para continuar.

Sauri fue la primera que se levantó y poco a poco fue despertando a los demás. Todos desayunaron y se pusieron a escalar.

En el primer kilómetro que escalaron fue todo bien, pero en el segundo…

– ¡Ahhh, me caigooo! – gritó Helena mientras se resbalaba.

-Tranquila, yo te cojo- aseguró Pablo mientras le cogía la mano.

– ¡Me caigooooooo! – volvió a gritar Helena con la voz más acelerada al ver que Pablo no conseguía agarrarla y a pesar de haber llegado a coger su mano, se resbaló y se cayó.

Por suerte, amortiguó la caída sobre un montón de hojas secas que se encontraban tapando la entrada a una cueva.

-Noooo- dijeron todos.

-Tranquilos, estoy bien. He caído sobre una manta de hojas que tapaba una cueva y no me he hecho daño- explicó Helena.

-Menos mal- dijo Hugo

Los compañeros bajaron rápidamente para estar con su amiga y al llegar vieron que al otro lado de las hojas había asomada una especie de criatura muy bonita del color del arcoíris con unas patas preciosas. Parecía una criatura fantástica.

– ¿Estás bien, preciosa? – preguntó la criatura mientras ayudaba a Helena a levantarse.

-Sí- contestó Helena – y tú, ¿cómo te llamas? –  preguntó.

-Yo me llamo Daniela. Os voy a ayudar y a indicar las claves para poder encontrar a la manada de Hugo.

– ¿Cómo te sabes mi nombre?, y ¿cómo sabes que he perdido a mi manada? ¿Eres una especie de bruja o algo así? – preguntó Hugo extrañado.

– Tu abuelo me contó tu historia. Él sabía todo lo que iba a pasar y que tú serías su salvación. No soy para nada una bruja, soy una criatura mágica que te va a ayudar a salvar a tu manada de las garras de Tomás el malvado.

– ¿Quién es Tomás? – preguntó Sauri.

-Ya lo descubriréis, ahora seguidme que tengo mucho que contaros – aseguró Daniela.

Pero antes añadió Enzo – Chicos, tengo que despedirme de vosotros, mi misión ya ha acabado aquí y os dejo en buenas manos. Ahora debo marcharme. Un placer haberos conocido – dijo Enzo dando a entender que él los había guiado hasta Daniela.

– ¡Adiós!, ¡que te vaya bien!, ¡buen viaje! – se despidieron todos y fueron hacia la luz siguiendo a la pequeña criatura.

¡Nos os perdáis el próximo capítulo de Hugo, Sauri y sus amigos dinosaurios!

Este capitulo lo han realizado los niños y niñas: Hugo, Marina, Andrea, Helena, Lucas, Ángel, David y la maestra Elena (alumnos del CEIP Nuestra señora del Carmen en Esquivel, Sevilla)